Cada niño es diferente y por tanto su forma de explorar y aprender sobre el mundo es distinta. En nuestro Colegio nos hemos preguntado: ¿qué factores intervienen en la construcción de aprendizajes sólidos en nuestros niños? En este texto compartimos algunas de las respuestas que hemos encontrado en nuestra comunidad educativa a lo largo de 12 años.
Un aspecto común que se percibe en las familias de alumnos con mayores niveles de crecimiento personal y académico, es una visión de largo plazo. En un mundo acostumbrado a que las cosas sean inmediatas o a soluciones que parecen mágicas, es difícil pensar a largo plazo. La autonomía y el pensamiento crítico no se alcanzan de la noche a la mañana: su construcción es un proceso que madura con cada etapa y que da mejores frutos cuando existe continuidad y una visión de largo plazo en la formación de los hijos.
El acompañamiento y la cercanía emocional es otra variable importante para lograr mejores aprendizajes. La presencia cercana y amorosa de mamás y papás, acorde a la etapa de desarrollo de cada niña, niño o adolescente, contribuye fuertemente a que estos crezcan con mejores condiciones para aprender y superarse a sí mismos cada día. En este terreno, las familias deben evitar a dos grandes enemigos: la sobreprotección y el abandono.
Diversas experiencias muestran también que una colaboración abierta entre familia y escuela favorece mejores resultados. El desarrollo personal, social y académico de los niños exige articulación entre ambas instituciones. Las familias, primeras responsables de la formación y educación de sus hijos, deben hacer de las escuelas un aliado poderoso. Cuando las aspiraciones y valores de la escuela no son compatibles con los de la familia, los hijos quedan expuestos a una peligrosa tensión que dificultará alcanzar las intenciones de ambas partes.
La armonía en el entorno familiar y escolar hace posible un factor más: la visión de la educación como una aspiración poderosa. En muchos ámbitos el esfuerzo es hoy poco valorado; sin embargo, muchos sabemos y hemos experimentado cómo el esfuerzo conduce a la realización personal. Transmitir a los chicos expectativas elevadas sobre sí mismos propicia una visión poderosa del aprendizaje como herramienta para transformar el futuro.
Suele decirse que el ejemplo arrastra, pero quizá esto no sea siempre cierto. Hoy los niños y jóvenes están expuestos a un sinfín de ejemplos más allá de sus familias y escuelas, muchos de ellos con mayor influencia de la que a veces quisiéramos. Si deseamos ser ejemplo e inspiración para nuestros chicos, hemos de buscar ser adultos nutritivos y dar testimonio de los valores a los que aspiramos. No se trata de ser perfectos, pero sí congruentes; reconocer que
podemos equivocarnos y estar siempre dispuestos a crecer y ser mejores.