¿Hay algo en el mundo que te gustaría cambiar? Estamos viviendo procesos sociales, políticos, económicos y culturales que nos cuestionan sobre el tipo de sociedad en que vivimos y el tipo de sociedad que deseamos construir. ¿Cómo hacer frente a estos tiempos de incertidumbre? A la mayoría nos ha ocurrido alguna vez: cerramos los ojos, ignoramos los problemas pensando
quizás que se resolverán solos o que si no los vemos de frente no van a afectarnos. A veces reaccionamos de forma precipitada, compartimos de pronto información, “memes” o trivialidades sin valorar realmente las consecuencias de lo que hacemos. También suele atraparnos el miedo, haciendo que nos refugiemos en las prácticas del pasado o nos encerremos en burbujas de cristal que tarde o temprano habrán de reventar.
Diversos acontecimientos en el mundo han mostrado en días recientes que los procesos democráticos están en peligro si no contamos con ciudadanos críticos y responsables. La democracia peligra cuando compartimos información sin analizarla, cuando reaccionamos sin reflexionar. Un pensamiento crítico, creativo, cuidadoso y colaborativo puede hacer la diferencia. ¡Y las escuelas somos el espacio idóneo para desarrollar estas habilidades!
La carrera acelerada por lograr indicadores distrae peligrosamente a las escuelas. En medio de ese vértigo, cada vez más voces nos invitan a creer en el valor de la serenidad para reflexionar con profundidad. Quienes creemos en la educación como una herramienta para transformar entendemos que no existen fórmulas mágicas o soluciones estandarizadas.
A lo largo de 10 años, en nuestra institución hemos comprobado el valor de apostar por una formación centrada en la persona y en las competencias que distinguen a los humanos de las máquinas. Ningún proceso de automatización podrá sustituir habilidades de comunicación y colaboración, el análisis crítico, la creatividad, la empatía o el juicio moral. Creemos firmemente que la tarea de la escuela debe centrarse en construir los ambientes adecuados para que niños
y jóvenes ejerciten las habilidades que sustentan este tipo de pensamiento. Necesitamos chicos que reflexionen antes de actuar, que analicen las posibles consecuencias de sus actos, que sepan tomar decisiones, que vean más allá de ellos mismos y tomen en cuenta a los demás.
Para algunos esta visión significa ir contracorriente. Muchas escuelas siguen trabajando con un modelo educativo anquilosado, a veces disfrazado con vistoso colores, juegos y tecnologías, pero apostando por la mecanización y produciendo ciudadanos sumisos e incapaces de tomar decisiones, obsesionados con la búsqueda de beneficios personales e intereses materiales. Muchos proyectos editoriales nos han hecho pensar que un “programa” o una serie de libros
van a ser la respuesta a nuestros retos y las empresas de tecnología han provocado que confundamos el uso de ciertos dispositivos con los fines de la educación, cuando son solo medios -que además se volverán obsoletos en muy poco tiempo-.
Apostar por la reflexión en medio del vértigo puede ir en contra de la mayoría, pero quienes creemos en la necesidad urgente de transformar las cosas sabemos que no estamos solos y que un mundo mejor merece la pena.